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Nietzsche. El nihilismo: DE NIHIL, NADA
Lo que yo cuento aquí es la historia de las próximas dos centurias.
Describo lo que vendrá, lo que no podrá menos que venir:
el advenimiento del nihilismo. Esta historia puede ser contada ya ahora; pues
opera en ella la necesidad misma. Este futuro habla ya a través de cien signos;
este destino se anuncia por doquier; ya todos los oídos están aguzados, prontos
a captar esta música del porvenir. Desde hace mucho toda nuestra cultura europea, presa
de una tensión angustiosa que
aumenta de década en década, se encamina a una catástrofe -inquieta, violenta y
precipitada; cual río que ansía desembocar en el mar, ya no reflexiona, tiene miedo de reflexionar. LA VOLUNTAD DE PODER.
La inevitable consecuencia de la muerte de Dios es el nihilismo.
Se trata del largo proceso de decadencia de la cultura occidental que se inició
con el socratismo y se prolongó con la religión judeo-cristiana. El
cristianismo, cuyos valores de sometimiento, de resignación y de culpabilidad,
son el fruto del resentimiento contra todo lo vital al dirigir toda su pasión y esperanzas a algo
inexistente, despreciando la única realidad, la realidad del mundo que se
ofrece a los sentidos, la realidad de la vida. Es el reino del último hombre,
del hombre que vive el fin de una civilización con valores ajenos a la propia
vida. Un
hombre, perdido, desorientado, desesperado y sin fuerzas, que está convencido que la existencia es absolutamente insostenible, vacía y
carente de sentido.
(5) Nietzsche: LA TRANSFORMACIÓN: El camello
Tres transformaciones les contaré
de la mente: cómo la mente se vuelve en camello, y en león el
camello, y en niño finalmente el león.
Hay muchas cosas pesadas para la
mente, la mente fuerte, con aguante, en la que mora el respeto: lo pesado y lo
pesadísimo demanda su fuerza.
¿Qué es pesado?, así pregunta
la mente con aguante, así se arrodilla, al igual que un camello, y quiere ser bien cargada.
¿Qué es lo más pesado,
héroes?, así pregunta la mente con aguante, para que lo tome sobre mí y me
felicite de mi fuerza.
No es acaso esto: ¿rebajarse, para ofender a
la propia arrogancia? ¿Dejar brillar la propia estupidez, para burlarse de la
propia sabiduría?
O es esto: ¿separarnos de nuestra
causa cuando celebra su victoria? ¿Subir a la alta montaña, para
tentar al tentador (1)?
O es esto: ¿alimentarse de las bellotas y la
hierba del conocimiento, y sufrir hambre en el alma por amor a la verdad?
O es esto: ¿estar enfermo y mandar a casa a los
consoladores y trabar amistad con palomas que nunca escuchan lo que quieres?
O es esto: ¿meterse en agua sucia, si es el
agua de la verdad, y no apartar de uno las ranas frías y los
sapos calientes?
O es esto: ¿amar a los que nos
desprecian, y tenderle la mano al espectro cuando nos quiere hacer temer?
Todo esto, de entre lo más pesado,
lo toma la mente con aguante sobre sí: al igual que el camello, que se
apresura en el desierto, así se apresura ella en su desierto. ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA
Nietzsche muestra en
este fragmento de Así habló Zaratustra, en el
capítulo De las tres transformaciones, un recorrido mediante el cual se muestra de forma metafórica cómo se
lleva a cabo la TRANSFORMACIÓN del
espíritu del hombre. Del camello, al león y de éste al niño. Nietzsche nos
muestra el camino que deben pasar los hombres para poder llegar a cambiar su
antigua moral por nuevos valores propios.
La primera figura que Nietzsche nos
propone es la del camello, donde el espíritu se encuentra imbuido en la moral tradicional,
aquella que podríamos intuir como la moral
cristiana. El camello es servicial, se arrodilla ante las cargas morales que
se le han impuesto para llevarlas a cabo. El camello
representa la humildad, el sometimiento, el saber soportar con paciencia las pesadas cargas que no sólo se
aceptan sino hasta se veneran. Se muestra un ser heterónomo, que guiado por otros, no vive la vida
por sí
mismo.
(6) Nietzsche. La transformación: El león
Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda
transformación:
en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se
conquista una presa y ser señor en su propio desierto. Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria.
¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? «Tú debes» se
llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice «yo quiero». «Tú debes» le cierra el paso, brilla como el
oro, es un animal escamoso, y en cada una de sus escamas brilla áureamente «¡Tú debes!». Valores milenarios brillan en esas
escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: «todos los valores de las cosas - brillan en mí». «Todos los valores han sido ya creados, y yo soy - todos los valores
creados. ¡En verdad, no debe seguir habiendo ningún “Yo quiero!”» Así habla el dragón. Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga,
que renuncia a todo y es respetuosa? Crear valores nuevos - tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad para
un nuevo crear - eso sí es capaz de hacerlo el poder del león. Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello,
hermanos míos, es preciso el león. Tomarse el derecho de nuevos valores - ése es el tomar más horrible para un espíritu de carga y respetuoso. En verdad, eso es
para él robar, y cosa propia de un animal de rapiña. En otro tiempo el espíritu amó el «Tú debes» como su cosa más santa: ahora tiene que encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre de
su amor: para ese robo se precisa el león. ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA
El león es la etapa de la evolución
del espíritu en que éste es capaz de “hacerse libre y formular un rotundo
y sano ‘No’, hasta ante el deber. El
león no tolera que nadie le toque ni se inclina ante nadie para ser
cargado. Simboliza por tanto al ser humano
liberado de las cargas morales y sociales- Es un animal con libertad y autonomía que se quiere regir bajo el “Yo
quiero”.
(7) Nietzsche. LA TRANSFORMACIÓN: EL NIÑO
“Pero
decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha
podido hacer? ¿Por qué
el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño?
Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un
juego, una rueda que se mueve por sí misma,
un primer movimiento, un santo decir sí. Sí,
hermanos míos, para el juego del crear se
precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo
conquista ahora su mundo. ASíÍ HABLÓ ZARATUSTRA.
La figura del niño es
aquella que se muestra en el tercer momento de la transformación del espíritu
del hombre. El niño representa:
-La inocencia.
Es creador y espontáneo, actúa sin coacciones.
-La libertad:
vive la vida como una aventura y un juego.
-La alegría: una actitud de continua
experimentación y cambio.
-La naturalidad,
la sinceridad y la valentía
de decir SÍ A LA
VIDA.